Tendría que
desandar varias vidas, para tantear el punto del que quisiera partir.
Con los recuerdos
obtenidos de las migas de los sueños, de los golpes del destino y de las almas
conocidas. No me queda más remedio que aceptar que ya he vivido antes y que el
tiempo no es lineal.
Se entretejen mis
vidas y confluyen en territorios, estremecimientos y personas amadas. Creando,
en ambientes que recuerdo, posibilidades nuevas de resolución que desconozco.
Aunque no olvidé nunca los resultados de los reencuentros contigo.
Me sumerjo sin oxígeno en un dilema. Mil y mil veces mil, he sentido por ti lo que ahora siento. He estado contigo en la situación en la que ahora me encuentro y los
desenlaces han sido muy distintos. De nuevo te hallé y sé como acaba la leyenda.
Reconozco tu
rostro y otras partes de tu cuerpo y tú lo sientes.
Qué me dices de
tu túnica de gasa, de tus trenzas de carbón, de tus ventanas ovales, de tu
barca junto al río, de tu turbante de seda, de tus cojines mullidos, de las
risas, de los llantos, de las caricias…
Qué me dices de
tus máscaras, de tu pecho mágico y precioso, de mi muerte y de tu llanto, de mi
lamento y tu consuelo.
Si me escondiste en
tu divinidad entonces, porqué no lo vas a hacer ahora.
Y si yo por ti perdí
la vida. Cómo no lo haría ahora que conozco la estructura del sueño que
tejiste en mis venas.
Ya te encontré.
Sé cómo acaba esta historia. Me muero por ti. Pero me pregunto si quiero que
mueras conmigo. Y dudo por lo aterrador de esta muerte.
También por que, o agonizamos por amor, o no hemos vivido ni una pizca de eternidad. De esa infinitud que tenemos que ganar a pulso muerte tras muerte. Y conste que aceptamos orgasmo como suicidio conjunto. Pero no aceptamos sufrimiento, ni queremos mártires que no sean inmolados por amor.
También por que, o agonizamos por amor, o no hemos vivido ni una pizca de eternidad. De esa infinitud que tenemos que ganar a pulso muerte tras muerte. Y conste que aceptamos orgasmo como suicidio conjunto. Pero no aceptamos sufrimiento, ni queremos mártires que no sean inmolados por amor.
No fue fácil
llegar a reconocerte.
Tras media vida buscando y errando una vez tras otra, cuando ya había abandonado la esperanza y dejaba que mis pies eligiesen camino por mí, vi tu alma sentada en el banco de piedra que hay frente a la fuente del Parque de los Amantes.
Tras media vida buscando y errando una vez tras otra, cuando ya había abandonado la esperanza y dejaba que mis pies eligiesen camino por mí, vi tu alma sentada en el banco de piedra que hay frente a la fuente del Parque de los Amantes.
Repasabas los
poemas de un libro de tapas azules. Sé que eran versos porque leías en voz lo
suficientemente alta para que pudiese reconocer trovas mías. Aunque lo
apasionadamente baja para reforzar mi sospecha de que bajo aquel cabello rubio
y rizado estaba tu esencia.
No habitaba en la
Tú que había en mi mente. Pero la luz deslumbrante, esa que quizá sólo podían
ver mis amores, esa que tantas veces me había cegado. Revoloteaba bajo un vestido
azul, un poco abultado en tu entrepierna por unos dedos húmedos, tuyos,
naturales, certeros en tu placer y en el mío.
Zapatos azules y
sombrero a juego, sobre el que se balanceaba un cobrizo pétalo de otoño. Tan
hermoso como inoportuno.
Tus ojos, a juego
con la indumentaria, me confundían. Aunque hubiese cambiado todo en ti, eras Tú.
No obstante la mirada cobalto, mimetizada con el cielo, con tu ropa, con la fuente y con mis palabras, no tenía espejos y eso me inquietaba.
Tantas veces me dormí reflejado en tu iris azabache. Tantas veces penetró tu pupila, convertida en lienzo, la mía ilusionada. Que ahora, una imagen transformada por lágrimas transparentes era un hueco vacío.
No obstante la mirada cobalto, mimetizada con el cielo, con tu ropa, con la fuente y con mis palabras, no tenía espejos y eso me inquietaba.
Tantas veces me dormí reflejado en tu iris azabache. Tantas veces penetró tu pupila, convertida en lienzo, la mía ilusionada. Que ahora, una imagen transformada por lágrimas transparentes era un hueco vacío.
Hasta que de
tanto mirar tu deseo, te fijaste en mí:
-Hola mi vida. ¿Me follas?