Tan mi amiga eres. Tanto hiere
todo lo que soy tu sufrimiento.
Tanto estoy penando este tormento,
que el amor más raso no me quiere.
Quiéreme tú, Eros, rodilla en tierra
lucho lo que puedo en esta guerra.
Mira que sé bien que, ni querido,
podré ser siquiera amanecido.
Duelan y se claven, purulentos,
los clavos que hinqué músculo adentro.
¿No fui yo quien inició el tormento?
2 comentarios:
Las tormentas pasan y hay que saber disfrutar de la calma que dejan, de eso trata esta vida cruel y llena de suplicios, para eso hemos venido, para estar en lo mas bajo y resurgir siempre a lo mas alto.
Perfecto
Cómo bien dice Irene, las tormentas pasan, y en la desolación sólo nos queda contar las bajas, hacer recuento de lo que nos queda y armándonos de valor echarnos un pitillo mirando el horizonte, esperando que mañana sea mejor.
Un abrazo insensato, mi amigo de la sonrisa efervescente.
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